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LA RIQUEZA DEL PASADO | MAÑANA, EL TOMO 8 DE LA HISTORIA UNIVERSAL DEDICADO AL AUGE DEL CRISTIANISMO

Los gnósticos, el Concilio de Nicea y Agustín de Hipona

EL PAÍS ofrece mañana, domingo, por 9,95 euros, al adquirir un ejemplar del diario, el volumen octavo de la Historia Universal. El tomo, de 520 páginas y profusamente ilustrado, rastrea los orígenes del cristianismo, las persecuciones, la tolerancia y la libertad que, sucesivamente, fueron disfrutando los conversos a la nueva fe mientras convivían con los paganos dentro del Imperio Romano. Con el paso de los primeros siglos, el cristianismo constituyó un Estado en tiempos de san Gregorio Magno.

En la primera historia del cristianismo, de la que se ocupa el tomo VIII de la Historia Universal de EL PAÍS, tuvieron una gran relevancia las herejías en los siglos II y III. Los enfrentamientos religiosos fueron reflejo de las luchas políticas e ideológicas hasta que por fin se impuso una concepción ortodoxa que dio origen a la Iglesia católica de Roma.

Entre las herejías, el gnosticismo ocupa un lugar importante. Se trata del primer intento de exponer una filosofía cristiana de la religión y de la historia. Posiblemente, los acontecimientos posteriores hubieran sido muy distintos si los principios gnósticos se hubieran impuesto. Éstos, en palabras de Teodoto, pretendían responder a las preguntas ¿qué éramos?, ¿qué hemos venido a ser?, ¿dónde estamos?, ¿adónde hemos sido arrojados?, ¿adónde vamos?, ¿de qué nos liberamos?, ¿qué es nacer?, ¿qué es renacer?

Unidad política

La literatura gnóstica, entre ella los famosos evangelios apócrifos (por decisión posterior de la jerarquía), supera en volumen a la de la Iglesia. Esta herejía fue muy combatida y, finalmente, desarticulada. En el Concilio de Nicea, celebrado en esta ciudad asiática en el año 325, se estableció la ortodoxia, que tanto demandaba el emperador Constantino para mantener la unidad política del Imperio, ya que su poder se basaba en la fortaleza del cristianismo. Allí se estableció el credo del Dios trinitario en contra de los monádicos arrianos. Con estas rivalidades, la Iglesia católica consolidó su posición. A partir de ese momento se dedicó a desarrollar la doctrina teológica, labor en la que destacó san Agustín de Hipona, en la ciudad del norte de África de la que fue obispo y en la que murió cuando los bárbaros estaban a sus puertas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 19 de febrero de 2005