Soy una chica española de 26 años, licenciada en Filosofía, Políticas y Economía por la Universidad de Oxford, con un sobresaliente como nota final de carrera y un brillante expediente académico, avalado por diversos premios y becas. Sin embargo, en España este currículum no vale nada. Llevo más de tres años sin poder continuar con mis estudios, a la espera de que el Ministerio de Educación resuelva favorablemente mi solicitud de homologación del título de licenciado. Sin esa homologación no puedo acceder a ningún curso de posgrado ni a ninguna beca para ampliar estudios en el extranjero.
Se me está pudriendo el cerebro de tanto esperar. Y no puedo evitar reírme cuando escucho que uno de los grandes logros de la Unión ha sido crear un área sin fronteras en la que las personas pueden moverse libremente y estudiar o trabajar en cualquier Estado miembro. Y entonces, ¿cómo puede ser que lleve tres años esperando a que el Gobierno español reconozca la validez de un título expedido por una universidad inglesa? ¿Cuántas cartas más de españoles desesperados que han cursado estudios en prestigiosas universiades extranjeras tiene que recibir este periódico para que el Gobierno se dé cuenta de que el único resultado del vigente sistema de homologación es echar a perder algunos de sus mejores estudiantes?
En un siglo en el que el conocimiento va a ser clave para el desarrollo y el bienestar de la sociedad, nuestro país no puede permitirse derrochar talento. A ver si los políticos y burócratas, aquí y en Bruselas, se dan cuenta de una vez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de febrero de 2005