José Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1951) acaba de publicar la novela El manuscrito de Calderón (Plaza y Janés), donde relata las aventuras de Pedro Capablanca, un peculiar detective que se mueve por la España del Siglo de Oro. Hidalgo de poca hacienda, Capablanca es astuto y honrado a su manera. Se mueve como pez en el agua en el Madrid de la regencia de doña Mariana de Austria, una olla podrida donde bullen desde las pasiones más elementales hasta los sentimientos más elevados. Damas, espadachines, clérigos, hidalgos, prostitutas, aristócratas, matones, mesoneros y mercaderes deambulan por la capital de un país al que otra potencia rival, Francia, muerde los tobillos.
Capablanca trabaja como "pesquisidor" -investigador- de aquellas situaciones e intrigas que no es capaz de resolver la justicia. Capablanca cuenta con la ayuda de su amigo fray Hortensio Algodonales, un monje basilio caracterizado por su afilada inteligencia y por su afición a los placeres de la vida. Ambos deberán resolver una complicada situación: encontrar el manuscrito de una obra de Calderón de la Barca, un robo tras del cual parecen esconderse maniobras políticas de altos vuelos.
Capablanca comparte apellido con el mítico campeón mundial de ajedrez José Raúl Capablanca (La Habana, 1888-Nueva York, 1942). "Pedro Capablanca es, sobre todo, un ser muy de carne y hueso, que es lo que me dicen que también era el ajedrecista cubano", señala Calvo Poyato, que es portavoz del PA en el Parlamento andaluz. "Pedro Capablanca no es un héroe. Anda escaso de recursos y tiene problemas con los acreedores. También tiene grandes cualidades humanas. Así, protege a Pascualillo ante un padre poco paternal. Capablanca tiene su propia ética y está dispuesto a infringir algunas normas", agrega el novelista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de febrero de 2005