Como decía el gran Camus, somos Sísifos: "El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo", pero lo único que nos salva de nuestra tragedia, dice Camus, es el desconocimiento que tenemos de ello. Pues yo, por desgracia, soy plenamente consciente. Pero pese a ello, pese a saber que existe el carácter cíclico en torno a mi vida, no me gusta que me traten como un balón, es decir, que además de ser esférico, me peguen patadas.
Por eso no comprendo por qué todo debe girar en torno al fútbol. Por qué deben cortarse al tráfico las calles colaterales al Santiago Bernabéu un día de partido, en hora punta, ni por qué tienen derecho decenas de autobuses a estacionar en medio de la calle de Concha Espina haciéndola prácticamente intransitable.
Me parece relativamente mal que el fútbol sea la principal distracción de nuestra sociedad. Pero igual que Roma tenía el circo, nosotros tenemos eso, y lo acepto. Pero de ahí a que la vida, ya no de muchos, sino de un solo ciudadano, se vea entorpecida, inmovilizada, asediada por semejante práctica... Resulta indignante.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de febrero de 2005