Es griega, pero no hay que fiarse del pasaporte. Savina Yannatou, que ha cantado en óperas contemporáneas, está más próxima en la intención de Meredith Monk, Maria João o Fátima Miranda, que de Eleftheria Arvanitaki o Alkistis Protopsalti. Tiene una enorme capacidad para acercar su voz -de seda y metal, como bien se la define en el programa- a lo que requiere cada canción. Una elasticidad notable para abrir vías inesperadas entre Oriente y Occidente. En varias ocasiones, se retiró a un segundo plano para que los músicos que la acompañaban -el grupo Primavera en Salonico- tocaran libres de la brida de la cantante.
Graba ahora para el sello alemán ECM, que cuenta con un catálogo impresionante de jazz y música clásica. Y, aunque estos días llega a las tiendas un nuevo disco, Sumiglia, el recital se basó en su anterior Terra nostra. Savina Yannatou recoge de puerto en puerto tarantellas, himnos cristianos del Líbano y canciones de boda de Grecia, Bulgaria o Palestina. Lo sefardí lo borda: Los bilbilicos, Tres hermanicas eran y El barquero. La ateniense ofrece un trabajo exquisito de reelaboración del material popular del Mediterráneo. Una propuesta más creativa y exigente que otras llegadas de su país.
Savina Yannatou
Savina Yannatou (voz y pandereta), Haris Lambrakis (ney), Yannis Alexandris (laúd), Kostas Vomvolos (qanun), Michalis Siganidis (contrabajo) y Kostas Theodorou (percusión). Círculo de Bellas Artes. Madrid, 28 de febrero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de marzo de 2005