La Orquesta Sinfónica de la Radio de Saarbrücken es un buen ejemplo de esa segunda fila europea a la que pertenecen también las mejores orquestas españolas. Con una cuerda apañadita, unas maderas excelentes y unos metales de cierto poderío, todos atentos y decididos a demostrar su valía, dieron eso que se llama un ejemplo de profesionalidad. A su frente un maestro como Günther Herbig, kapellmeister a la antigua, sólido, al que le suele faltar un punto último de refinamiento expresivo y de hondura de concepto pero que siempre saca versiones bien construidas. Es lo que hizo en una Novena de Bruckner que se fue edificando con lógica, y caminando hacia la perplejidad de su Adagio final con las necesarias dosis de expectación ante esa luz del más allá que para unos su autor parecía vislumbrar y para otros se le aparecía más bien oscura.
Orquesta Sinfónica de la Radio de Saarbrücken
Günther Herbig, director. David Garrett, violín. Obras de Mozart y Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de marzo.
En la primera parte, el joven violinista germano-americano David Garrett hizo un Concierto número 3 para violín y orquesta de Mozart más bien pálido. A pesar del buen acompañamiento de Herbig, la lectura no cobró vuelo en ningún momento. Lo tuvo, y bien alto, la propina, lo mejor del concierto: una versión rutilante del preludio del tercer acto de Lohengrin, de Wagner, en el que las maderas lucieron una carnosidad milagrosa, como un centelleo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de marzo de 2005