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COLUMNA

Hotel polémico

En el hermoso enclave donde Hitler tuvo su casa de campo (y su búnker alpino) a la que invitaba a líderes mundiales mientras maquinaba sus hazañas bélicas, acaba de inaugurarse un hotel de lujo con una suite presidencial que cuesta 2.000 euros por noche. Lo he visto en la tele.

Su director ha explicado que los empleados del hotel están documentados sobre el III Reich. Por ejemplo, a las camareras se les puede preguntar si Hitler dormía mirando hacia Austria o hacia Bavaria. O si Eva Braun usaba el bidé francés o prefería la bañera teutónica. También responden a otras cosas.

La prensa alemana ha criticado el hotel no por el flanco histórico (se abre el año del Holocausto y del suicidio de su principal responsable) sino por el de la contaminación ambiental: la construcción no respeta el estilo de un edificio de montaña. Desentona en aquellos bosques y praderas. ¿Y nada más?

A mí no me ha gustado nunca alojarme en hoteles donde el turismo se basa en el conde Drácula, o en pensiones inglesas con fantasmas. Ni siquiera me atrae un hotel donde durmió Freud en su primera estancia en París. Pasé una noche de perros en ese hotel, luchando contra el insomnio y las pesadillas. Al hotel vas a descansar, tal vez a divertirte. ¿Quién me garantiza que alguien no vaya a olvidar en el cajón de la mesita de noche del hotel de Hitler un ejemplar de Mi lucha? Me asfixiaría. Pero comprendo que a otros, aunque no sean cabezas rapadas, esto no debe quitarles el sueño.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 6 de marzo de 2005