Defender los derechos de la mujer no pasa por hacer declaraciones de principios. Ya nadie se atrevería a declarar la supremacía del varón sobre la mujer o a opinar que su puesto está en el hogar cuidando marido, hijos y abuelos. Es difícil encontrar a quien mantenga que las mujeres que son asesinadas tienen la culpa por desobedecer al cónyuge.
En teoría el sistema ha logrado asumir la igualdad de derechos y oportunidades. Otra cosa es que se lleve a la práctica, y que las leyes se cumplan, los planes se apliquen, los recursos se paguen y se cubra esa distancia que va del dicho al hecho.
Para celebrar este 8 de marzo, lo que las mujeres hubiéramos agradecido de verdad de la Generalitat, además de enfáticas declaraciones acompañadas de golpes de pecho, hubieran sido actuaciones convincentes, permanentes y bien diseñadas.
Para romper la cifra de desempleo femenino, una batería de medidas pactadas con los empresarios, que fomentara su contratación evitando horarios imposibles o condiciones precarias y aceptando la capacitación de la mujer para ocupar aquellos puestos para los que se ha preparado con creces.
Para acabar con las dobles o triples jornadas de trabajo, con las dificultades para conciliar familia y trabajo, plan urgente de construcción de guarderías públicas, horarios flexibles, ayudas para la contratación de personal de apoyo en el hogar. Para dar protección real a ese 95% de cuidadoras de ancianos, un lote de centros de Día que atiendan a nuestros mayores.
Viva los 8 de marzo, en los que se inicien este tipo de actuaciones, y si además nos organizan un festejo, nos entretienen con un discurso interesante o nos invitan a merendar, pues mejor..
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de marzo de 2005