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CARTAS AL DIRECTOR

La soledad de Rajoy

Un poeta puede estar solo, sentirse solo, y tener razón. Para eso, a fin de cuentas, es un poeta. La historia está llena de poetas solitarios; de poetas y de pintores y de filósofos solitarios...; alguno de ellos, incluso, llegó a quitarse la vida para defender la soledad que les confería la razón.

¿Cómo, si no, se puede cantar a la libertad en la completa soledad circundante, con toda la razón y con todas las razones con que lo hicieron un Machado, un Neruda...? ¿Cómo pintar lienzos negros, como Goya, sin sentirse solitariamente acertado?

Todo eso, acontecido a un profesional del sentimiento, es, si se me apura, normal. Sin embargo, admitir sin reservas -y con orgullo, diría yo- el postulado de la soledad deseada y razonada en un político es, cuando menos, contradictorio. "Cuando nos acompaña la razón, no nos inquieta la soledad", ha dicho Rajoy.

Debería reflexionar sobre sus palabras, señor Rajoy. Usted no está en política para ser un solitario. Creo que, por el contrario, estar en política significa estar pendiente de los demás, y cuando los demás dan a un político la espalda no es signo, me parece, de que el sujeto tenga razón. En política, estar solo es sinónimo de estar haciéndolo mal.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de marzo de 2005