Madrid es una trampa. Ahora que ya sabemos cuánto van a durar las obras (Madrid 2012), me pregunto si algún día podré ver las calles de mi ciudad libres de vallas, zanjas, andamios y contenedores.
Alguien debe de estar ganando mucho dinero cuando se permite impunemente que millones de madrileños vivamos sumergidos en esta incomodidad permanente, perdiendo parte de nuestras vidas en atascos apocalípticos, mientras el transporte público se colapsa por falta de políticas decididas a potenciarlo. Las obras de la M-30 y el incendio del Windsor han acrecentado aún.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de marzo de 2005