"El río de la lengua española". Así llamaba Juan Ramón Jiménez al romancero español. Populares, anónimos, concisos, claros, directos, sin adornos superfluos y pulidos interminablemente a lo largo de los siglos, los romances son también como piedras de río, como cantos rodados. Desde la descorazonadora queja de un prisionero hasta las diatribas entre moros y cristianos, pasando por los episodios bíblicos o las paganas invocaciones de la noche de San Juan, de las aguas del romancero bebieron los mejores poetas de la Edad de Oro, y de ellas han bebido también algunos del siglo XX como Machado, Unamuno o Lorca.
El romancero español podrá adquirirse el miércoles por 1 euro al comprar EL PAÍS.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 13 de marzo de 2005