La originalidad de los asesinos en serie (o, más bien, de los guionistas) ha llegado a tal extremo de virtuosismo que el de Saw ni siquiera se tiene que dar el trabajo (físico y moral) de acabar con sus víctimas; son otros los que lo hacen por él, eso sí, inducidos por macabros juegos pergeñados por su mente perversa.
De este modo, el joven escritor y director James Wan se divierte con sus personajes al tiempo que distrae al espectador con pruebas del siguiente corte: tienes cinco minutos para encontrar en el estómago de un muerto la llave de la trampa para osos que te he colocado en la cabeza; o te mataré si en tantas horas no te quitas una argolla de la pierna, para lo cual te dejo al lado una sierra que no corta el acero pero igual sí el pie.
SAW
Dirección: James Wan. Intérpretes: Cary Elwes, Danny Glover, Leigh Whannell, Michael Emerson. Género: thriller de terror. EE UU, 2004. Duración: 100 minutos.
Wan es un listo con todas las letras. Los giros de la trama son tan originales como tarados y el seguidor de este tipo de productos se va a reír de asuntos que no tienen la más mínima gracia. Sin embargo, Saw contiene errores que convierten a Wan en un profesional avispado, pero no lo suficientemente inteligente como para haberse dado cuenta de que cuando saca la acción al exterior del cuarto de baño decae muchos enteros; que en 80 minutos se hubiese contado lo mismo que en los alargadísimos 100, o que uno de sus protagonistas, Cary Elwes (el príncipe de La princesa prometida), siempre fue un actor nefasto.
A pesar de todo, la recaudación en Estados Unidos ha multiplicado por 50 su presupuesto y está a punto de rodar una secuela. Lo dicho, un listo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de marzo de 2005