Poco antes de su concierto del sábado, Ton Koopman había comentado que su trabajo como estudioso de Bach consiste, entre otras cosas, en hallar las condiciones técnicas ideales para poder transmitirlo dentro, además, de una tradición, de una cultura que es la de su propio catolicismo, la de una condición de creyente en la que reside parte de las posibilidades reales de emoción que esta música le provoca. Interesantísimo tema este de la relación entre la forma y su capacidad para, a través de su belleza, ir más allá en la comprensión de la historia que narra la Pasión según San Mateo. Para horas daría.
Pero como tampoco en Cuenca había tiempo para ponerse a ello, nada mejor que demostrar las ideas con la práctica. Y en eso Koopman no pudo ser más claro. Su Pasión mueve a la emoción, sí, pero desde la claridad de una exposición que busca la fidelidad a la letra, pero también al espíritu que se sostiene en ella. Por eso la orquesta se oye tan bien, se cuidan tanto los timbres -qué flauta sigue siendo Wilbert Hazelzet-, se hace un continuo tan imaginativo en su simplicidad y, al mismo tiempo, se le pide tanta expresividad al coro, se adecuan los tempi al devenir de la narración y actúan con arreglo a ella los cantantes. Hay ideas y, por tanto, hay versión diferenciada de cualquier otra, personal y comunicativa, como muy para quien ve hoy estas cosas con las debidas distancias.
Amsterdam Baroque
Cornelia Samuelis, soprano. Bogna Bartosz, mezzo. Jörg Dürmüller y Paul Agnew, tenores. Klaus Mertens y Ekkerhard Abele, bajos. Director: Ton Koopman. Bach: Pasión según San Mateo. Auditorio. Cuenca, 19 de marzo.
Amsterdam Baroque -orquesta y coro- es un conjunto simplemente soberbio y como tal se portó. La mayoría de los solistas destacaron por su frescura todavía casi juvenil, apoyados en dos valores seguros como Agnew -arriesgándose en su aria hasta el límite de la sobreactuación- y el siempre sólido Mertens. Cornelia Samuelis y Bogna Bartosz son voces no muy grandes pero bien expresivas, con el mismo anhelo de comunión con el espíritu de Koopman que demostraron Jörg Dürmüller como Evangelista y Ekkehard Abele como Jesús.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de marzo de 2005