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CARTAS AL DIRECTOR

El buen morir

Las Palmas de Gran Canaria

Las últimas películas de Amenábar y Eastwood sobre eutanasia, la decisión del Congreso estadounidense de modificar la ley que permitía por decisión judicial no alargar artificialmente la vida vegetativa, y el debate propiciado por una denuncia anónima en el hospital de Leganés de Madrid sobre la atención a pacientes terminales, son temas que abordan situaciones absolutamente diferentes, pero que tienen algo en común: el dilema de calidad frente a cantidad de vida.

Puede ser que tengamos la suerte de no tener que sufrir las dos primeras situaciones, pero, desde luego, la tercera nos afecta a todos. Es difícil suponer que cualquiera de nosotros no tenga que pasar por el trance de perder una persona cercana a su entorno por una enfermedad más o menos larga y dolorosa. Curiosamente, los que padecen esta situación no discuten ni se acaloran con esta polémica, se conforman con desear una muerte indolora y serena, sin molestarse en contar un día arriba o abajo.

Sin embargo, no todos podremos beneficiarnos del apoyo de personas formadas específicamente para aliviar al que se va y a los que quedan. No todos podremos elegir entre estar en casa o en un hospital con los mismos medios de atención, de un teléfono de ayuda las 24 horas, de trabajadores especializados en distintos campos en mantener la mejor calidad de vida posible (que ya es poca) a los pacientes y a sus familiares durante todo el proceso, de la relativa tranquilidad de saber que el final será menos difícil.

No todos los hospitales tienen unidades de cuidados paliativos, así que el azar de vivir en un determinado barrio y ciudad decidirá que podamos beneficiarnos o no de este servicio. ¿Le parece a alguien que es éste un tema para dejar a la suerte de cada uno? Dotar de unidades de cuidados paliativos a todos los hospitales, por otra parte muy poco costosas, es, en mi opinión, el único debate posible, el que debería movilizar a la sociedad, a los trabajadores sanitarios, a los fiscales del Estado y a los representantes políticos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de marzo de 2005