Hace apenas un mes, y de la noche a la mañana, todos los medios de comunicación y la clase política nos bombardeaban con las lindezas o fracasos que suponía la ratificación de un texto constitucional para Europa. Ahora, ¿dónde está Loquillo, Butragueño y Cruyff o los niños de las series de más éxito?, ¿por qué no siguen leyendo artículos de la Constitución europea?, ¿qué ha pasado con las campañas de información? Son demasiadas preguntas que dificultan el despertar de un sentimiento de ciudadanía europea. Probablemente, la Convención de Giscard d'Estaing trabajó para los que ya sabían mucho, y los ciudadanos, los que votamos, seguimos sin saber nada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de marzo de 2005