Juan Pablo II quiere seguir hasta el final. Los fieles aparecen entusiasmados ante tal voluntad. Consigue centrar los medios de comunicación como en sus mejores tiempos. El Vaticano lo sabe: en una época de crisis de vocaciones eclesiásticas y del catolicismo en general, la imagen del Papa luchando con su enfermedad atrae a millones de televidentes. La otra cara de la moneda es si no estamos asistiendo a una deshumanización del sufrimiento: ¿no es doctrina de la Iglesia reconfortar al enfermo? ¿Es necesario que Juan Pablo II sufra de este modo y lo tenga que mostrar a todo el mundo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de marzo de 2005