Los ingredientes que construyen una película como Buscando a Alibrandi no están muy lejanos de los que han hecho la fortuna de cineastas como las indias Gurinder Chadha o Mira Nair, el vietnamita-americano Tony Bui o la chino-americana Joan Chen: es decir, historias de minorías nacionales más o menos exóticas en países en los que existen entre ellas y los habitantes autóctonos fuertes diferencias culturales. Producida también en los años (finales de la década de 1990, aunque aquí la veamos con retraso) en que este tipo de películas gozaban de una fuerte simpatía, Buscando a Alibrandi habla de italianos en Australia, de sicilianos que siguen haciendo la salsa de tomate para todo el año, bailan la música de consumo italiana de los sesenta y, en general, se comportan como si no se hubieran alejado mucho de su lugar de origen.
BUSCANDO A ALIBRANDI
Dirección: Kate Woods. Intérpretes: Greta Scacchi, Anthony La Paglia, Elena Cotta, Pia Miranda, Kerrie Walker. Género: comedia dramática, Australia, 2000. Duración: 90 minutos.
Otro de los elementos que construyen su trama tiene que ver con la reivindicación no feminista pero sí de una sensibilidad femenina que orienta y mantiene el interés de la trama: al fin y al cabo, de lo que habla el filme es de tres generaciones de mujeres de la misma familia, nieta, hija y madre, por ese orden (el punto de vista de la narración se concreta en el personaje más joven), a las que parece afectar una suerte de maldición innominada, pero que se parece mucho a no hablar las cosas, a seguir manteniendo secretos incluso para los más allegados, a premiar el silencio sobre la sinceridad.
Con estos ingredientes, unos buenos actores y algunos golpes de efecto construidos muy de cara a la platea, Buscando a Alibrandi se abre paso como lo que nunca deja de ser: una propuesta simpática, consciente de sus propios límites, aunque parezca hablar (y de hecho, habla) de cosas muy universales como el lugar en el mundo de cada quien, de la necesidad de la honestidad, de la solidaridad entre mujeres. Cierto, a veces tiene un tono un poco cansino y pelín previsible; pero en general la aguantan unos personajes bien construidos, una trama trufada de elementos peculiares... y la propia conciencia de la autora, Kate Woods, y de su guionista, la novelista Melina Marchetta, de estar contando no la gran historia del cine australiano, sino una trama cotidiana y sensatamente narrada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de abril de 2005