La Iglesia católica es la multinacional más grande que hay, pues alcanza a todos los países sin excepción. Como tal, está sometida a muchos avatares. Uno de ellos es el cambio de CEO (del inglés chief executive officer), que es como se llama en el mundo empresarial a quien dirige una organización o institución. Ese cambio es ocasión propicia para hacer balance e introducir mejoras y también, como en este caso, para llorar a quien fuera CEO durante 26 años y, de paso, hacer publicidad.
Pero lo importante es que la multinacional conserve sus aspectos positivos, como la oposición a las guerras y la reprobación de insolidaridades e injusticias, y subsane los negativos. Uno de estos es clamoroso y urge su corrección. Me refiero a la condena de la contracepción, un disparate desde el punto de vista científico. Si no se debe controlar la natalidad, al considerarse antinatural y por ende inmoral tal control, tampoco cabría controlar la mortalidad, que es la otra cara de la moneda.
Es decir, tendríamos que proceder como en el reino animal,alejándonos de la racionalidad o espiritualidad del ser humano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de abril de 2005