Desde hace unos meses y con motivo de la implantación del nuevo programa informático DIRAYA, muchos centros de salud de Andalucía viven una situación caótica.
Los sufridos ciudadanos hacen cola dos y tres horas para alcanzar el mostrador de admisión. Tal vez otra más ante la puerta de su médico. Cuando no se bloquea la red, se cuelga el ordenador y cuando no se estropea nada, el programa es tan farragoso que el profesional emplea su escaso tiempo en pelearse con la máquina, en vez de atender a las dolencias del paciente.
En el trasvase de programas se han perdido los antecedentes personales y familiares, y parte de los diagnósticos. Gran parte de las consultas que se están realizando estos meses quedan escritas en el aire.
El programa se ha impuesto sin el debido consenso de los trabajadores que lo van a utilizar, y se ha inaugurado sin estar suficientemente probado y sin terminar. Los dirigentes del SAS se vanaglorian de implantar un sistema "que nos coloca a la vanguardia de Europa" y lo venden en el resto de España y extranjero como la octava maravilla.
Señor gerente del SAS: su invento no sé a qué fines podrá servir, pero como herramienta de trabajo para sacar adelante una consulta diaria de más de 40 pacientes, desde luego que no. Del chorro de millones que nos está costando, mejor ni hablamos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de abril de 2005