Esperanza Oña, líder andaluza del PP, dijo en el Parlamento que dos hermanos de Evangelina Naranjo, consejera de Gobernación, trabajan en la Junta, un caso auténtico de nepotismo, sentenció Oña, y quizá recordó el nepotismo en homenaje al papado, de tanto peso histórico en nuestras vidas desde mucho antes de que los sumos pontífices se acostumbraran a tener un nepote, un sobrino, como hombre de confianza. Vivimos días de entusiasmo papal luctuoso, pero veo más probable que Oña simplemente practique la nueva moda de coger apellidos de altos cargos para buscar individuos con los mismos apellidos en las listas de funcionarios públicos, a la caza de casos de nepotismo, variante latina, católica y tradicional del enchufismo moderno.
Es un pasatiempo muy extendido en este momento. Eres funcionario o colaborador de algún organismo de la provincia o la región y, porque la casualidad quiere que tus apellidos coincidan con los de cualquier jefe, te declaran su hijo o su hermano o su primo, y lo difunden en la prensa local, aunque el jerarca sea para ti un desconocido absoluto, remoto desde todos los puntos de vista, sanguíneos, políticos, amistosos y vecinales. Este nuevo deporte de caza, captura y exposición a la vergüenza pública se debe a la evolución de la informática, que, sin esfuerzo apreciable, permite hacer listas y cotejar listas, listas negras preferentemente, y, sobre todo, obedece a la perseverancia en vicios tan humanos como el espionaje y la difamación.
Naranjo, la consejera de Gobernación, sin hermanos al servicio de la Junta, pidió que Oña retirara sus acusaciones y se disculpara, y se acogió al amparo de la presidenta del Parlamento. ¿Qué hizo entonces la presidenta, Mar Moreno? Suspendió la publicación del diario de sesiones del Parlamento y mandó borrar la acusación de nepotismo que Oña profirió ante los diputados en pleno. No sé si esto significa que, según el diario de sesiones del Parlamento de Andalucía rectificado por Moreno, Esperanza Oña jamás levantó falsos testimonios contra Evangelina Naranjo, y, si los levantó, por lo menos no consta. Si así es, la depuración del diario de sesiones beneficia a Oña, pues no es precisamente bueno tener la lengua fácil para acusar, sin comprobación de datos, sin otra certeza que la que se sostiene sobre ideas preconcebidas. La limpieza del diario de sesiones limpia a Oña.
Me figuro que la presidenta del Parlamento quiere un mundo en orden: como cuando se nos rompe un vaso y cerramos los ojos y deseamos ansiosamente que al abrirlos el vaso esté intacto, y los abrimos y está intacto. El nepotismo y el error son feos: borrados del diario de sesiones, el mundo es mejor, sin acusaciones falsas, sin maledicencia. Pero, puesto que los socialistas hablarán de la mentira de Oña, y han amenazado con repetir un día y otro día la historia de la mentira de Oña, podría darse el caso de que en el Parlamento se recuerde una y otra vez la mentira de la diputada Oña y en el diario de sesiones no conste ninguna mentira, ningún error, ninguna acusación de nepotismo. Rectificar lo pasado no es orden, es confusión. Y retocar un diario de sesiones demuestra una idea rara de lo que es un Parlamento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de abril de 2005