Petra Martínez no había estado nunca en Calafell (Baix Penedès). Ni siquiera se había preguntado por el origen del nombre de su calle, el pasaje de Calafell del barrio del Carmel, donde había vivido junto a su familia durante los últimos cinco años. El socavón del Carmel hizo que perdiera su casa y lo que en ella había el 25 de enero, y desde entonces no ha tenido un fin de semana para ella. Ayer, el Ayuntamiento de Calafell la invitó junto a 36 vecinos más del número 10 del pasaje de Calafell a pasar dos días en esta localidad costera. Todo, con el objetivo de que estos afectados por el mayor desaguisado de la obra pública catalana "no se lleven un mal recuerdo del nombre de Calafell", señala el alcalde, Joan María Triadó (CiU).
Ricardo Pavón conoce a Petra Martínez, aunque hace tan sólo tres meses jamás hubieran imaginado que pasarían un fin de semana juntos en Calafell. "Así son las cosas", dice. Ambos están encantados con esta iniciativa municipal. "Hoy no hemos hablado en todo el día del problema del Carmel, que ya es mucho", dice Petra. Ella, como sus vecinos, está harta de reuniones, de hablar de precios, de pedir por favor que les dejen acceder a los escombros de lo que fue su casa para recoger una foto... Ayer, al menos, se relajaron.
Aunque Ricardo no podía evitar mostrar su rabia porque no entiende por qué a cambio de su piso de 84 metros cuadrados le ofrecen otro de 69 de protección oficial en la cercana calle de Llobregós. "Los del banco que había debajo de mi casa se pudieron llevar hasta la grapadora, y yo no pude coger nada", dice. Su vivienda era producto de un intercambio con el constructor del edificio, a quien el abuelo de su mujer vendió el terreno. "Ahora me voy a tener que comprometer con una hipoteca para salir de allí, y encima me llaman privilegiado. Es una vergüenza", dice.
Apenas unas pocas horas ante el mar en Calafell relajan, pero no tanto. La comitiva de vecinos del Carmel se paseó ayer por los principales lugares de interés turístico de este municipio con raíces iberas -su magnífica ciudadela bulle de actividad gracias a las representaciones de recreación histórica en verano- y fueron recibidos como autoridades por un consistorio que no ha reparado en gastos para agasajarles. El altruismo de la ocasión ha motivado incluso que el hotel donde se hospedan haya incluso rebajado sus precios.
Pero, al margen del altruismo, Calafell es un municipio en pleno crecimiento de población, y se ha nutrido básicamente de personas del área metropolitana de Barcelona para duplicar su población en pocos años. Ahora tiene 20.000 habitantes, y la tendencia va en aumento. La iniciativa municipal con los del Carmel, pues, tiene un beneficio mutuo: los afectados por el socavón añadirán a la evocación del topónimo Calafell una imagen más amable de la que que tenían hasta el viernes pasado; el consistorio, por su lado, habrá ganado cuota de popularidad y una nada despreciable y paralela ganancia publicitaria, un activo nada despreciable para un municipio turístico.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de abril de 2005