El precio del barril de petróleo se ha convertido en la principal amenaza para un ritmo aceptable de crecimiento de la economía mundial. En lo que va de año, el incremento es equivalente a ese 40% de media correspondiente al conjunto de 2004. No es probable que los 57,65 dólares del brent alcanzados esta semana sean el último récord. La demanda sigue impulsada por las economías emergentes asiáticas y por EE UU. La oferta, además de las limitaciones en la capacidad de refino, sigue condicionada por la inestabilidad enquistada en algunos de los principales países productores.
Sin necesidad de asumir los sombríos pronósticos de algún banco de inversión estadounidense, que llega a situar el precio por encima de los 100 dólares, el impacto de un barril a más de 50 durante varios años sería severo. El Fondo Monetario Internacional acaba de caracterizar la actual situación como de "shock permanente", sugiriendo el ajuste de las economías a elevados precios durante las dos próximas décadas. El incremento previsto en la demanda mundial (estimado a un ritmo anual de más de dos millones de barriles diarios) coexistiría con una oferta mucho más limitada, al menos hasta 2010. El incremento de la capacidad de extracción fuera de la OPEP se considera prácticamente inexistente, pero las capacidades disponibles por parte del cartel (que controla el 40% de la oferta) dependerán del ritmo al que se concreten cuantiosas inversiones en nuevas instalaciones.
Tal escenario prolongaría el moderado crecimiento económico de Europa que la Comisión acaba de anticipar para 2005. La economía española, muy dependiente del petróleo y poco eficiente en el uso de la energía, acusará ese encarecimiento persistente. La alternativa radica en planes inmediatos de ahorro y mejora de la eficiencia, y, a medio plazo, en la reconsideración de la actual composición de la oferta energética en nuestra economía. Se necesita una diversificación que reduzca la dependencia del crudo. A tiempo está el Gobierno para incorporar en ese "Libro Blanco de la energía" en ciernes esta cruda realidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de abril de 2005