Lo mejor de esta velada de alto riesgo fue, sin duda, el Cuarteto nº 3, de Shostakóvich, ése que el asiduo al ciclo del Liceo de cámara le ha escuchado al Borodin en versión canónica. La del Casals atesora muchos quilates. Una lectura de esa generación que sin haber vivido las circunstancias de la obra, no las obvia, sabe aplicarle las dosis justas de hondura, ironía y libertad que no quiere ser truncada.
Traducen la grandeza intrínseca de una música que soporta el paso de la historia porque la atraviesa el genio de su autor. Hubo todo lo que pide y momentos en los que el silencio se cortaba con un cuchillo. El Cuarteto Op. 33 nº 4, de Haydn, estuvo desde el principio transido del humor que destila. Ligereza de la mejor ley y una atención muy cuidadosa al detalle hicieron que su versión los revelara como muy competentes en el clasicismo. En el Cuarteto nº 10, de Beethoven, difícil donde los haya, quizá sobrara algo de precaución en el movimiento lento, en el que costó un poco mantener la línea rítmica, tal vez porque se hizo simplemente adagio en lugar del ma non troppo que marca el compositor. El presto, sin embargo, fue excelente, y el Casals lo resolvió con esa maestría que buscan y cuyo devenir se observa en cada concierto.
Liceo de Cámara
Cuarteto Casals. Obras de Haydn, Beethoven y Shostakovich. Auditorio Nacional. Madrid, 17 de abril.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de abril de 2005