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OPINIÓN DEL LECTOR

Dolor y agradecimiento

Ingresé en urgencias de la clínica Puerta de Hierro el pasado 10 de febrero, de madrugada. Llevaba un fortísimo dolor abdominal que me hacía chillar. En el box donde me colocaron pedía a gritos que me dieran un calmante. Pasado cierto tiempo, un médico me informó de que no me podían dar nada, pues se falsearían las pruebas de las que estaba pendiente. Evidentemente, esto no palió mi dolor.

Sobre las tres de la tarde me intervinieron de un infarto intestinal. Según me he enterado después, este tipo de infarto es el que más mortalidad causa y las probabilidades de vida son escasas tras la intervención quirúrgica. Pues bien, aquí estoy yo escribiendo estas líneas. Pero si me decido a escribirles es no sólo para agradecer a la doctora doña Antonia Vaquero sus cuasi mágicas manos en mi operación, sino para manifestar que durante los ocho días posteriores a la misma y que permanecí en estado de suma gravedad internado en la UCI pude maravillarme del comportamiento de todo el personal sanitario que allí había.

Cuando empecé a poder darme cuenta de las cosas que me rodeaban, no podía por menos que admirar a aquellas personas que durante todo el día nos atendían. Se me saltan aún hoy las lágrimas al recordar el mimo y el cariño con que trataban a dos enfermas cerebrales, una en estado terminal: de ellas, pobres, no podían esperar ni el agradecimiento expresado en una sonrisa, pues sus caras eran sólo una triste mueca, un terrible rictus inexpresivo. Pero aquellos ángeles las cuidaban con tal cariño y entrega que pensé, sin temor a equivocarme, que eran ángeles, no personas. Todos por igual, y quiero recordaros, Marga, Julia, Ana, Manuela, Bea, Christian o Robert.

Ya en la habitación de la planta a la que pasé al salir de la UCI recuerdo también con mucho cariño la alegría que me trasmitieron Ana y Auni, junto con sus cuidados.

Por ello he creído mi obligación tomar la pluma para dar mi punto de vista, de primera mano como paciente, del trato que yo he recibido y he visto recibían otros enfermos en la clínica Puerta de Hierro, punto de vista diametralmente opuesto al que en esta página de opinión expresa don José González Osma.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de abril de 2005