Con mayor o menor regularidad, todos los seres vivos dedican un tiempo de la existencia a expulsar de sus cuerpos los residuos originados por la actividad orgánica. En concreto, los resultantes de su aparato digestivo. El producto final de esta acción deyectora es el protagonista de unas jornadas en la Universidad de Huelva que comenzaron ayer y durarán hasta el viernes: Historia de la mierda. Cultura y trasgresión.
Trece catedráticos y profesores universitarios se han reunido para estudiar el papel que las heces han jugado a lo largo de los siglos en la literatura, la filosofía, la ciencia y la religión. "Todos ellos van a manchar su expediente al participar en unas conferencias con semejante título", bromeó el organizador de las jornadas, Luis Gómez Canseco, profesor de Literatura de la universidad onubense. "Al igual que vosotros", repitió dirigiéndose al público, más de 500 alumnos apiñados en el aula magna de la facultad de Humanidades.
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En un tono más serio, Canseco les explicó las razones para unas jornadas como las que inauguraba: "El objetivo no es tanto el de provocar -que también- sino el de hacer pensar y acercar un elemento que es tan fundamental en la existencia humana como el sexo o la muerte", afirmó. "Una importancia que le lleva a aparecer en obras y autores básicos. Como Cervantes, Quevedo o Freud".
El catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Manuel Alvar, fue el encargado de mostrar las múltiples caras del universo de los excrementos y sus acepciones en los diccionarios españoles, en su conferencia Del vientre al diccionario, paseo por el campo de la defecación. "Hace más de 40 años, el poeta Dámaso Alonso ya advirtió que sería necesario enfrentarse objetivamente a la realidad de las palabras malsonantes, que sirven para conocernos mejor y que catalogan aspectos de una importancia incluso económica, como el guano", explicó a la audiencia el profesor Alvar. "Y la cuestión hoy no ha cambiado demasiado".
Para su intervención, Alvar usó como "mojones de referencia" el diccionario de la Real Academia; el de María Moliner; el de Francisco Rico; y el de la editorial Vox. "En ellos siempre podemos evacuar nuestras consultas", apuntó. A la retahíla de términos tabú, - con sus pertinentes explicaciones filológicas y técnicas- con que el catedrático avasalló a los estudiantes, éstos respondieron con más de una mueca forzada en los labios, gestos siempre al borde de la carcajada.
"Queremos mostrar que hay otra forma de estudiar los aspectos académicos; una forma que, aunque divertida, no deje de ser rigurosa y científica", explicaba Gómez Canseco. Entre los asistentes a las jornadas también hubo quien alabó el carácter más distendido de las clases. "Está bien reírse un poco. Además, no es bastante interesante todo lo que se cuenta", afirmaba ayer José Barbosa, estudiante de 5º de Derecho. Y en cuanto al tratamiento, Carlos Romero, de 3º de Historia, se alegraba de que tampoco se hubiese caído en lo "obvio y el chiste fácil del caca, culo, pedo y pis".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de abril de 2005