Los conductores que circulamos de noche por carreteras catalanas deberíamos equipar nuestros coches con visores nocturnos de infrarrojos, o algo por el estilo. Porque el pésimo estado de la señalización horizontal reflectante, responsable de delimitar los márgenes y carriles de las carreteras, ha convertido la conducción nocturna en una actividad de alto riesgo. Es inaudito que las autoridades catalanas en seguridad vial no hayan reparado todavía en lo peligroso que resulta conducir de noche sin ver prácticamente nada, como si tuviéramos los ojos vendados.
Deberían comparar las carreteras catalanas con las francesas y con la mayoría de las españolas, a ver si son capaces de reconocer su lamentable desidia y pintar como Dios manda las líneas reflectantes. Es sencillo, barato, y salvaría muchas vidas. ¿A qué están esperando.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de abril de 2005