El señor Acebes se pregunta quiénes somos los médicos para tomar decisiones sobre la vida y la muerte de los enfermos. Pero es que ése es nuestro trabajo: el dominio de un cuerpo científico, inmenso y en cambio permanente, sobre los procesos que afectan a la vida y la muerte; su aplicación personal a cada enfermo que acude a nosotros en busca de solución para sus padecimientos; el resumir las opciones posibles de diagnóstico y tratamiento de forma que sean entendibles para el enfermo y su familia, y la ejecución de la opción elegida de la forma más experta posible. Y cuando perdemos la batalla, que al final siempre perdemos, acompañar al enfermo y su familia, aliviando los últimos pasos de la agonía. Curar a veces, aliviar cuando se puede y consolar siempre; ésa es nuestra gloria y nuestra servidumbre. Como humanos, a veces erramos. Créame, señor Acebes, usted, como cualquier ciudadano, puede opinar sobre si lo hacemos bien o mal, pero nosotros somos los que sabemos hacerlo, lo hacemos y lo seguiremos haciendo, y esperamos que al final una mano experta y amiga nos alivie y consuele.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de abril de 2005