A propósito del recién estrenado I Plan de Igualdad entre Hombres y Mujeres en Educación, pasadas tres semanas de su presentación, quisiera aclarar algunas cuestiones surgidas en diversos medios de comunicación. Quienes llevamos trabajando por la igualdad entre hombres y mujeres en educación desde hace años, estamos de enhorabuena por la aparición de un plan que, entre otras ventajas, nos permite ampararnos en una propuesta administrativa global y compleja que apoya nuestro trabajo y propone medios y acciones para desarrollar nuestros objetivos.
Las mismas personas que celebramos este documento, lo hemos mirado con la cautela suficiente para entender cuáles son sus propuestas y en qué compromete al colectivo docente, investigador y a la propia Administración. En su texto quedan recogidos la mayoría de los principios y claves que generan la lacra del sexismo, las enormes desigualdades existentes aún entre hombres y mujeres, sin concesiones a la galería. Por ello, duele leer en diversos medios de comunicación cosas como que la Consejería de Educación pretende trazar una raya en el suelo en los patios de los colegios para separar a chicos y chicas, o que se impedirá que los chicos jueguen al fútbol, o que aquélla propone medidas protectorales para las chicas o, sencillamente, que si las maestras no llegan a los cargos directivos no es debido a un sesgo previo, sino a que sus maridos se aburren en casa esperándolas.
Dudo mucho que esta consejería ni ninguna otra tenga intención de poner rayas en los colegios, de evitar la práctica de ningún deporte o de revisar la equivocada realidad de las maestras sin cargos, pero sí estoy segura de que una lectura atenta del documento ayudaría a entender la importancia y sentido del mismo, tan deseada por el colectivo docente e investigador.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de abril de 2005