Leí el domingo el artículo que Ignacio Carrión escribe en la sección A mano alzada sobre "una experiencia religiosa", en donde cuenta su experiencia una tarde en la Iglesia de San Juan del Hospital de Valencia. En la parte inferior de la página, y sin que tenga nada que ver con el artículo, se anunciaba un libro de ficción de un conocido autor que me llevó a pensar que cuando alguien escribe un libro de ficción, todo el mundo sabe a qué atenerse; el problema se plantea con este tipo de literatura que mezcla la ficción y la realidad y que tan buen resultado de ventas están dando; un ejemplo de ello lo tenemos en el Codigo da Vinci... Y sigo planteándome: un artículo de un medio de comunicación, ¿no debería limitarse a informar en lugar de mezclar la ficción y la realidad? Porque todos los que conocemos esta iglesia sabemos que mucho de lo que ahí se dice tiene una componente de ficción: ni hay tantas puntillas, ni tanto terciopelo en los confesionarios, ni hay esa proximidad entre el sacerdote y el penitente a la hora de la confesión, ni se dan esos largos interrogatorios en materia de sexualidad... Hay temas en que un poco de ficción o de subejtividad pueden ser oportunos y agradarán al lector: pero en cuestiones que afectan a los sentimientos religiosos de las personas, ¿no es mejor limitarse a los hechos y evitar cuestiones que pueden herir?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 19 de abril de 2005