Los apenas 400 habitantes de Fontanarejo (Ciudad Real) andan estos días atareados en la recogida de romero verde, con el que el próximo sábado, al atardecer, encenderán todos a la vez sus luminarias. La señal para ello la da el repique de las campanas de la iglesia, del siglo XV y dedicada a los patronos, san Felipe y Santiago.La despedida del mes de abril, la bienvenida al mes de mayo, están repletas de celebraciones festivas. Aquí, en las estribaciones de los Montes de Toledo y dentro de la mancomunidad de Cabañeros, los vecinos encienden hogueras a las puertas de sus casas. En ellas, más que el fuego, lo fundamental es el humo (de ahí que el romero sea verde y cencío, como dicen allí), cuyas propiedades desinfectantes podrían estar en los orígenes de la tradición. Por esta razón, antiguamente se abrían de par en par las puertas de casas y establos, para que el efecto purificador de la humareda llegara a todos los rincones.
El recorrido de curiosos y visitantes se realiza, así, entre ojos lagrimeantes, pañuelos protectores y un olor -viejo, grato- que tardará mucho tiempo en desaparecer. A su señuelo acuden no sólo quienes habitan el pueblo, sino cuantos tuvieron que marchar en su día, y se reencuentran al calor de la hoguera.
Por la noche del 30 de abril al 1 de mayo, a las doce en punto y a los sones de guitarras y laúdes, voces fundamentalmente femeninas entonarán el mayo a la Virgen: "Gracias a Dios que he llegado / a la puerta de la iglesia / a la hoja del misal / donde la misa se empieza".
El día 2, víspera de la Cruz, la letra adquiere un carácter descriptivo: "Benditos los cuatro espejos / que adornan la Santa Cruz / y los cuatro candelabros / de nuestro padre Jesús". Es el comienzo de un novenario, que se repetirá -como indica su nombre- durante nueve tardes. Las cruces adornadas son su eje: la cruz de monte se engalana con brezo, romero, tomillo, espino y retama, mientras que la de tela lo hace con ornamentos textiles, cortinas y visillos sobre todo. Ambas cumplen el requisito que canta el mayo: llevan cuatro espejos que dulcifican, bien entrada ya la primavera, el símbolo de la dolorosa pasión.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de abril de 2005