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CARTAS AL DIRECTOR

Matrimonio entre iguales

Señor cardenal Alfonso López Trujillo: leo con estupor su proclama incitando a los funcionarios españoles a negarse a cumplir las leyes que democráticamente emanan de nuestro Parlamento con respecto al casamiento de personas del mismo sexo; leyes que podrían gustar o no a determinados colectivos, pero que no lesionan los derechos de nadie, que no crean inseguridad ni física ni jurídica de colectivo alguno; más al contrario, amparan y dotan de cobertura social y jurídica a quienes tanto y durante tanto tiempo han sido escarnecidos y maltratados.

Si el matrimonio civil, que es lo que se está regulando, se trata de un contrato, que es lo que en definitiva es, hay que concluir que tienen perfecto derecho a su realización; otra cosa sería, no voy a entrar ahora en tal debate, el matrimonio canónico, que no está en cuestión y que las leyes promulgadas no mencionan.

Este tipo de proclamas deberían hacerlas ustedes contra las guerras, las hambres programadas, los abusos a menores, las injusticias en las que medran las multinacionales, los banqueros, los capitales y un largo etcétera que todos conocemos.

Sé y conozco una Iglesia militante con los desfavorecidos, con los sin voz, con los marginados, muy alejada del boato y poderío que ustedes están mostrando; a ésa yo me apunto, respetuosa, caritativa y solidaria.

Olvídense de sexo, no se trata de eso; han hecho ustedes tanto daño en ese terreno que tres o cuatro siglos de reflexión, oración y de silencio no les vendrían nada mal para centrarse.

Los cristianos no hemos venido al mundo a poner leyes, dogmas, excomuniones..., sino a anunciar con nuestras vidas la alegría y esperanza que Jesús nos transmitió. En todo caso, sepan ustedes que los ciudadanos españoles no les hemos votado, a Dios gracias; sabemos en qué acaban los Estados teocráticos.

Como cristiano católico que soy, permítame que me abochorne de su parte. Mi abrazo fraterno.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 26 de abril de 2005