No soy religioso. Sin embargo, lo mismo que escucho La Pasión según san Mateo de Juan Sebastián Bach, me gusta visitar el legado artístico y cultural de la Iglesia.
La semana pasada traté de visitar la catedral de Barcelona a la una de la tarde, y, para mi asombro, trataron de cobrarme cuatro euros (665,54 pesetas) por entrar en el templo.
Con la consigna de Donación: cuatro euros, dos empleados uniformados al estilo boy-scout impedían a una larga cola de visitantes y turistas el acceso al interior sin antes pasar por taquilla y abonar la "donación" en caja.
¿Es lícito que cobren por visitar una iglesia? No me refiero a un evento concreto que se celebre su interior ni a una exposición o museo que pertenezca a ésta. ¿Se puede impedir que tanto creyentes como visitantes entren a orar, meditar o simplemente a admirar el arte que contienen?, ¿no comporta la palabra donación una voluntad y no una obligación?, ¿quién administra e impone estas normas y con qué autoridad?, y por último, ¿no pagamos todos los contribuyentes con nuestros impuestos la restauración de este patrimonio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de abril de 2005