El volumen de trabajadores con un contrato temporal resultó el año pasado superior al de 2003. De representar un 31,8% de todos los asalariados, los eventuales aumentaron hasta el 32,5%. Son datos de la nueva Encuesta de Población Activa (EPA), la mejor radiografía del mercado de trabajo español, elaborados de forma separada por los sindicatos Comisiones Obreras y UGT, a partir de las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE). Se trata del primer incremento del porcentaje de empleos temporales desde 1998, año en que comenzó a bajar, aunque de forma muy lenta, hasta 2003.
El repunte obedece a la inclusión en la estadística de los inmigrantes, hasta ahora casi invisibles para la EPA. Con los cambios que el INE ha introducido en la encuesta han aflorado 964.700 ocupados más de los contabilizados hasta el momento y 152.200 nuevos parados. Dado que la gran mayoría de esos trabajadores en la sombra son extranjeros, la tasa de temporalidad experimenta un importante aumento, pues son pocos los extranjeros que cuentan con un contrato indefinido.
Con el cálculo anterior a los retoques en la EPA, la tasa de temporalidad se mantenía estancada el año pasado en el 30,6% de media, el mismo dato que en 2003. Así, la temporalidad ha interrumpido la senda de descensos iniciada en 1998, incluso si se excluye el efecto de la población inmigrante.
Reto para la reforma laboral
La corrección al alza de las cifras de temporalidad en este momento añade nuevos retos al diálogo que mantienen Gobierno, patronal y sindicatos para acordar una reforma laboral que ataje ese problema. La eventualidad en el mercado de trabajo español más que duplica la media comunitaria e incide en la precariedad en el empleo y en los accidentes laborales. También la siniestralidad supone en España el doble que en el entorno comunitario.
Las tres partes negociadoras se han marcado como principal objetivo de la reforma reducir la excesiva temporalidad. Los acuerdos tripartitos alcanzados en 1997 consiguieron ir limándola, aunque muy paulatinamente, y hasta ahora se citaban como ejemplo de una tendencia que convenía cultivar. Pero el giro experimentado en 2004 pone de manifiesto la necesidad de buscar nuevas fórmulas para suavizar esta disfunción del mercado de trabajo, especialmente porque la inmigración requiere nuevos enfoques sobre la precariedad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de abril de 2005