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Crítica:

Una Europa que fue judía

Recorrido histórico y geográfico de la implantación del pueblo judío por el viejo continente, el ensayo de Romero y Macías representa también una visión antropológica. La obra se detiene en el final de la II Guerra Mundial y en la fundación de Israel en 1948.

La tierra ancestral de los judíos será, como dice la Biblia, Tierra Santa, pero allí donde, un siglo tras otro, el pueblo judío ha desarrollado lo más notable de su cultura, de una gran cultura universal, es Europa, desde las tierras pantanosas del Pripet en el este ruso y polaco hasta los promontorios del Oeste, Gran Bretaña, Francia y España, y, sobre todo, allá en su centro, en la tierra donde se produjo el mayor florecimiento de una filosofía, de una música, de un arte, a la vez judío y nacional, que es Alemania. La Haskalá, la Ilustración judía que soñaba con la asimilación a la sociedad anfitriona, en ninguna parte del mundo tuvo más cuerpo y, quizá por ello, conoció el fin que todos conocemos.

LOS JUDÍOS DE EUROPA

Elena Romero y Uriel Macías

Alianza. Madrid, 2005

404 páginas. 10,50 euros

El libro de Elena Romero y Uriel Macías es, fácilmente, el mejor mapa o topografía literaria jamás publicado en nuestro país de esa implantación, circulación, expulsión y desplazamiento del pueblo judío por el continente. Por ello, la obra es muchas cosas al mismo tiempo. Un libro de historia, necesariamente abocado a lo casi telegráfico por lo vasto del intento en temporalidad y geografía; un volumen de referencia de nombres, momentos y producciones, que tiene mucho de diccionario enciclopédico, aunque ése no sea directamente el formato elegido; un repaso a la literatura y el arte judeoeuropeo; y un sintético pero sustancioso acercamiento antropológico a la vida en las comunidades judías del continente. Ese mundo, que permea e influye sin confundir en lo nacional de las diferentes áreas políticas y culturales en las que se desarrolla, llega a su término -al menos, en el libro de Romero y Macías- con el Holocausto nazi en la II Guerra.

Hay, sin duda, una razón pa

ra ello: la fundación del Estado de Israel en 1948, ese volver a empezar de la civilización judía, por primera vez en 2.000 años, con un territorio soberano propio. ¿Significa ello que las comunidades judías que perduran en Europa han sido asimiladas a sociedades todavía hoy, básicamente, cristianas? Los autores no nos lo aclaran, pero el punto final que le ponen a la historia parece negar, en cualquier caso, el peso de la diáspora restante en el mundo europeo. En las elecciones del próximo 5 de mayo, sin embargo, en el Reino Unido el candidato conservador es el judío activo Michael Howard; ¿hemos de considerarle, por tanto, exclusivamente británico o inglés? ¿Acaso no hay una rica vida del judaísmo norteamericano, que tanto sostiene al Estado sionista en su atribulada historia? Sería magnífico que los autores dedicaran un próximo libro a documentarnos sobre su posición en torno al particular. ¿Quiénes son hoy, por ejemplo, los hispanojudíos, como el propio Uriel Macías? ¿Tanto monta, monta tanto, una patria como la otra?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 30 de abril de 2005

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