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GUIÑOS

Rayografías y fotogramas

La exposición que pasa estos días por la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa en Vitoria es toda una indagación sobre nuevas formas expresivas. El autor es Tomy Ceballos (Murcia, 1959). La diversa tipología de sus cuadros hacen pensar que trata de mostrarnos una trayectoria a través de los años. Sus imágenes no se pueden definir estrictamente como fotografías, ya que en ocasiones deja de lado la cámara y permite que la luz impregne su huella directamente sobre el soporte. Las realiza mediante un sistema que denomina "técnica de fotograma rasante" con la que se prescinde del negativo y genera piezas únicas. Inevitablemente, trae a la memoria el recuerdo y la manera de hacer los primeros daguerrotipos, piezas únicas.

Pero tal vez se aproxime más a los Photogenic Drawings (dibujos fotográficos) realizados por Fox Talbot hacia 1839, antes de que descubriese el negativo de papel y la posibilidad de reproducir hasta el infinito copias similares. Este primer procedimiento fotogénico fue recogido posteriormente por las vanguardias clásicas de los innovadores años veinte del siglo XX. Así encontramos los expandidos rayogramas de Man Ray o los fotogramas de Moholy Nagy, que plasma con ellos las abstracciones producidas o reflejadas por distintos objetos sin la mediación de ningún tipo de instrumental óptico. Una técnica rudimentaria repleta de una gracia natural para despertar la curiosidad de los espectadores y dotada de la bella determinación de permitir rienda suelta a la improvisación fotográfica.

En esta línea de experimentación parece situarse nuestro autor, y el resultado son unas composiciones que, al poseer una impronta un tanto incontrolable, llegan a sorprender en su originalidad. Así, las formas grises, blancas y negras que consigue se dejan atravesar por la mirada, en un recorrido que generalmente termina perdiéndose en el sueño infinito de las sugerencias. Otras veces la mirada se despierta alborozada al creer reconocer alguna figura, aunque finalmente no pueda encajarla con certeza en ninguno de los registros racionales que guarda su memoria. Son fenómenos mágicos provocados por la luz omnipresente.

En este recorrido encontramos títulos tan sugerentes como Meteoros de plata, donde una especie de óvalo irregular, con cara de muñeco narigudo, se adentra en el agujero negro de una galaxia perdida. Y siguiendo el trance de ilusiones, Los ojos de la ausencia parecen estallar por su bordes, buscando nuevos horizonte a contemplar. En Crisálida, una poesía intrigante envuelve lo que se supone una silueta humana. Más nítidas son las formas de Uñas en la noche, pero siguen manteniendo el misterio y la ilusión del sugerente viaje que se emprende al ver esta exposición.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de mayo de 2005