Decidí ir al teatro, ya que los sabios de la cosa pública me aconsejan que lo haga. Decidí ir en metro, ya que los políticos dicen que debo hacerlo para evitar no sé cuántos males. Pero, ¡caramba!, tuve que volver en taxi, ya que el metro cierra a las doce de la noche, antes que los teatros, cines, auditorios, óperas y restaurantes. ¿Qué he hecho mal, cómo puede ser que estos dos consejos sean incompatibles? Debo de haberme equivocado, los políticos no pueden errar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de mayo de 2005