Mia Couto (Beira, Mozambique, 1955) viene a ser el embajador de la literatura de su país y, de puertas adentro, también representa la voz del estamento cultural. Su narrativa no es desconocida en España. Sobre todo Tierra sonámbula sirvió de banderín de enganche para los lectores. Cada hombre es una raza responde al mismo concepto de literatura: rescate de raíces lingüísticas de las diversas culturas de Mozambique y, a la par, creación de palabras y de expresiones: pero no una creación caprichosa o intelectual, sino nutrida de polisemias. Esa capacidad demiúrgica es propia de un escritor que debe estar a la altura de unas gentes que, sin cortarse, llaman al autobús "machimbombo" o al condón "jeitinho" (maña). La edición incorpora un pequeño glosario aclaratorio. Al tratarse de una colección de cuentos, resulta más viva la impresión caleidoscópica de la sociedad que protagoniza la literatura de Couto. Cada relato lleva una sintética entradilla, que elude la literalidad de lo que se va a narrar, pero que lo ilumina oblicuamente y cobra toda su riqueza una vez leído el relato. Cada hombre es una raza (que también podría titularse "cada hombre es una raza, señor policía") es una demostración de feracidad en los temas y en las sugerencias. La piel del estilo de Couto es la frase corta, bien calzada. Debajo ocurre de todo, como es de esperar cuando se funda un mundo: el fuego, la ternura, la tristeza, el rencor, la familiaridad de los muertos, el misterio.
CADA HOMBRE ES UNA RAZA
Mia Couto
Traducción de Mario Morales
Alfaguara. Madrid, 2004
174 páginas. 16,55 euros
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de mayo de 2005