De enero a junio de 2003, Cristina Gutiérrez-Meurs (Madrid, 1966) realizó una instalación en memoria de la catástrofe del Prestige en la galería Bilkin (calle Heros, 22) de Bilbao que consistía en ir colgando de cuerdas tendidas corbatas manchadas de chapapote. Su acción artística, solidaria y solitaria, terminó en un contenedor de basura. Casi 300 corbatas ennegrecidas de las que queda un diario fotográfico y escrito de la artista, afincada en la capital vizcaína. En la misma línea de preocupación y denuncia, Gutiérrez-Meurs propone ahora su segunda instalación en el patio trasero de la galería.
-os, -as, como ella la ha titulado, alude al empobrecimiento lingüístico a raíz de este nuevo uso generalizado de ambas terminaciones. La intervención, que permanecerá abierta hasta final de junio, consiste en 1.500 bolsas de plástico colgadas de 15 largas cuerdas. Cada una de las bolsas, que quedan a merced de las condiciones metereológicas, contiene 1.500 huevos blancos. Reaccionan agitándose, flotando, dibujando sombras en la pared, centrifugando gotas de agua alrededor, mientras forman una especie de techo levitante bajo el que buscar cobijo. Gutiérrez-Meurs traslada así su preocupación por la artificiosidad, la homogeneización y los mecanismos de exclusión.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de mayo de 2005