Las dificultades para conseguir entrevistas con las celebridades que participan en el Festival de Cannes se han vuelto cada vez mayores. No sólo por la cuantiosa lista de periodistas acreditados (cerca de 4.000, según la organización), sino porque la trastienda del negocio cinematográfico está cada vez más repleta de trampas y vericuetos, totalmente insospechados para el lector.
Con la anticipación usual, esta periodista solicitó entrevistas con los directores y actores de las principales películas del certamen. Broken flowers no fue una excepción. Sorprendentemente, la negativa fue rotunda. La explicación, según fuentes de la distribuidora que ha adquirido para España los derechos del filme, fue que la productora norteamericana de la película había exigido la desorbitada suma de 10.500 dólares (algo más de 8.000 euros) para que siete medios españoles -cuatro periódicos y tres televisiones- tuvieran la oportunidad de entrevistar a Jim Jarmusch y a Bill Murray. El precio fue considerado inaceptable por dicha distribuidora, que, en esta misma edición del festival, ha pagado 1.500 dólares para que fueran concedidas al mismo número de periodistas españoles la entrevista con Gus van Sant, director de Last days, y sus actores protagonistas.
Se trata de una práctica que, desgraciadamente, se ha convertido desde hace un par de años en una costumbre habitual en Cannes y que amenaza con acabar con la libre cobertura informativa del festival.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de mayo de 2005