El día 2, al llegar a Granada para disfrutar de una tarde de cruces, me dispuse a estacionar mi vehículo en mi plaza de garaje y cuál no fue mi sorpresa al encontrar a dos jóvenes orinando en la puerta. Les pedí un poco de educación, pero ellos me respondieron enfurecidos, incluso con intención de agredirme. Y es que se está perdiendo el espíritu tradicional de las cruces granadinas: ya no se trata de visitarlas, contemplar el trabajo que llevan detrás, bailar sevillanas, etcétera. Ahora es beber, emborracharse, ensuciar y aliviar las vejigas en medio de la calle. Solicito que se recupere ese espíritu y que no se vuelvan a repetir estos actos incívicos en próximas ocasiones, como en el Corpus. Un poco de educación, por favor, que los demás vecinos no tenemos por qué aguantar ciertas actitudes y ciertos olores. Sirva esta carta para pedir a quien corresponda que se preocupe de tomar las medidas necesarias para evitar estos comportamientos, como instalar más servicios desmontables (escasos durante aquellos días) o una mayor vigilancia policial. Todos deberemos poner de nuestra parte para lograr que las fiestas cumplan su finalidad: que los ciudadanos se diviertan sin ofender a otros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de mayo de 2005