Hace unos tres meses la conocí, cuando le "habían robado la manta" con la que se abrigaba en las frías noches de febrero. Estaba temblando de frío.Daba pena verla en aquel estado de abandono, ante la indiferencia de los viandantes de la plaza los Luceros, donde permanece sentada días enteros. Por la noche, duerme en la entrada del BSCH. Está cada día más esquelética. Todavía brillan sus ojos, proyectando una mirada que habla de un pasado de dolor. Habrá perdido unos 25 kilos desde que la vi por primera vez.
Ayer, hablé con mi amigo Paco, fotógrafo, que intentó ayudarla denunciando su situación, quien me dijo: "Hoy mismo he hablado con la policía, pero me dicen que ellos no pueden hacer nada... esta joven se va a morir, como le ocurrió a un portugués hace poco".
¿A quién hay que responsabilizar si esta pobre mujer, disminuida de sus funciones psíquicas, muere por falta de atención médica?
En mi opinión, a los responsables de la política local, que deberían avergonzarse de ver a una pobre mujer enferma, sin que se les remueva la conciencia, y mientras gastan millones de euros en adornar las calles para todo tipo de fiestas, se niegan a facilitar asistencia médica a un ser humano que está fuera de la realidad.
En mi opinión, este problema tiene solución. Pero hace falta voluntad de los responsables de la política local, que miran para el otro lado sin percatarse de lo patético y vergonzante de estos casos para la ciudad de Alicante y quienes nos visitan como turistas o vivimos aquí.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de mayo de 2005