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OPINIÓN DEL LECTOR

Ser mujer

Nunca tuve muy claro qué era ser mujer. Sabía lo que significaba para mí, pero me costaba entender qué significaba para la sociedad y, sobre todo, qué significaba para otras mujeres. Cuando me atrevía a preguntarlo -se supone que por el hecho de ser mujer una debe saber qué es "ser mujer"- no siempre encontraba una respuesta donde pudiera reconocerme.

Si era la sociedad quien respondía, la imagen que me devolvía no siempre era muy amable, tampoco justa. Si eran otras mujeres, dependía. A veces, me encontraba con fragmentos de mí en los ojos, en las manos o en la palabra de otras mujeres. Ese fue un importante descubrimiento que tengo que agradecer al feminismo. Me devolvió algo que nunca debieron arrebatarme: el conocimiento de otras mujeres, el reconocimiento a las experiencias y a la sabiduría de las mujeres, una lectura crítica y renovada de la sociedad y, sobre todo, la posibilidad de reconocer y reconocerme en las otras mujeres.

Para mí significó la posibilidad de saber que formaba parte de algo más grande que yo y que ese algo, era yo misma. No pretendo un juego de palabras, pero resulta difícil explicar los sentimientos que provoca esa sensación de haber estado perdida y encontrarme. Y hacerlo en un mundo del que a menudo me siento extraña, pero que es mío, no porque nadie me permita aprehenderlo sino porque es mío sin más, porque así lo decidieron otras mujeres, de las cuales soy heredera.

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar a Fina Birulés. Ella explicó, siguiendo a Hannah Arendt en su análisis de la condición judía, que ser mujer es un "presente político". "Una determinada configuración del mundo...". Es algo contingente, establecido.

No elegimos ser mujer, pero podemos decidir ser mujer de una determinada manera y en nuestra audacia ampliar las posibilidades de otras mujeres y, con ello, procurar que no se pierdan, que sepan siempre dónde están y que decidan su camino.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de mayo de 2005