En una persona, 80 años de vida dan mucho de sí, más aún viviendo en una ciudad como la nuestra, llena de contrastes, variantes día a día. Cabezas bien pensantes de nuestro Ayuntamiento dicen velar por nuestro bienestar, especialmente el de las personas mayores, carentes de recursos para vivir en otra parte de la ciudad, alejada de la contaminación de todo tipo que sufrimos los habitantes del Raval.
Lo vivido el 29 de mayo rebasa todos los límites de tolerancia. Entiendo que gente pudiente de otros países quiera exhibir sus potentes máquinas contaminantes apretando el acelerador para llamar la atención, alcanzando niveles acústicos capaces de romper los tímpanos del ciudadano. Rogaría a los responsables del municipio de Barcelona que tuvieran en cuenta en el momento de autorizar manifestaciones de este tipo, el perjuicio que puede ocasionar según su recorrido. Al estar cortada La Rambla a la altura del Liceo, la solución más acertada no ha sido pasar por la calle del Hospital.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 31 de mayo de 2005