Angela Merkel ha pasado de no ser nadie en política a situarse en lo más alto en apenas 16 años. La que se podría convertir en primera mujer canciller federal de Alemania ha tenido una carrera política poco común.
No fue hasta después de la caída del muro de Berlín cuando esta doctora en Físicas, investigadora en la Academia de las Ciencias en Berlín Este, decidió participar en la vida política de su país, la República Democrática de Alemania (RDA), afiliándose al partido Arranque Democrático (DA). Merkel sólo tardó un año en asumir un cargo de importancia en el primer Gobierno de la RDA elegido democráticamente: fue viceportavoz del Gobierno de Lothar de Maizière.
Al fusionarse en agosto de 1990 el DA y la CDU de la República Federal, Angela Merkel recibió su primer carné del partido que acabaría presidiendo en 2000.
Apenas tres meses después de la reunificación alemana, el entonces canciller, Helmut Kohl, la reclutó para su Gobierno como ministra de Mujeres y Juventud a los 36 años.
Kohl, su mentor, la llamaba "la chica". A los siete años y medio como ministra -de 1994 a 1998 lo fue de Medio Ambiente- le siguió el ascenso en el seno de la CDU, que desde septiembre de 1998 ya estaba en la oposición.
El escándalo de corrupción que acabó con la carrera política de Kohl y después apartó de la presidencia del partido a Wolfgang Schäuble colocó a la entonces secretaria general en la cúspide el 10 de abril de 2000 en un congreso celebrado en Essen. No le resultó fácil a la presidenta imponerse en un partido de hombres.
Además de Merkel, que cumplirá 51 años el próximo mes de julio, sólo otras dos mujeres han conseguido destacar en la CDU: Annette Schavan, ministra de Cultura, Juventud y Deporte del Estado de Baden-Wurtemberg, y Katherina Reiche, una joven diputada a la que, embarazada de su segundo hijo, obligaron a casarse antes de la última campaña electoral.
Angela Merkel no sólo es mujer: también la separan de la imagen clásica de la CDU el hecho de ser protestante -hija de un pastor- en un partido donde predominan los católicos, estar casada en segundas nupcias -de su primer marido sólo conserva el apellido- y no tener hijos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 31 de mayo de 2005