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Análisis:

Definir la historia

El manifiesto presentado ayer por la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes de Música Antigua no podía llegar en mejor momento. Sus promotores están entre los nombres mayores de la especialidad, y no sólo aquí: dan conciertos por todo el mundo, graban discos y hasta son superventas en un momento en que el mercado del clásico tiene en la música del pasado, hecha con instrumentos de época, una de sus escasas vetas todavía activas. Parten, pues, de una posición que les permite sacar pecho. Abogan por la promoción y el apoyo, y piden que los poderes públicos y los organismos privados se preocupen de un patrimonio musical como el español anterior al siglo XIX: las glorias de la polifonía del XVI y el XVII no son las únicas rescatables.

Organizarse en lo que tiene que ver con el arte es complicado, y en este caso el lío empieza hasta con la definición del beneficiario. Para Jordi Savall, un músico "antiguo" es el que toca con los llamados instrumentos originales, lo que hace -y así se dijo- que haya que excluir a gentes tan enriquecedoras de la historia de la interpretación como Thomas Zehetmair, el gran violinista alemán, que toca Bach con un instrumento "moderno". Emilio Moreno afirma, sin embargo, ser "antiguo" tocando a Ravel con un instrumento de, pongamos, 1910. Dispuesto a ocupar la casi totalidad del espectro histórico, Frans Brüggen toca el Concierto en re de Stravinski con instrumentos originales. A veces el término se engrandece de forma un tanto excluyente: "El músico dedicado a la música antigua es el músico culto", afirmó Eduardo López Banzo, y es de suponer que no lo será menos que hoy el día que, como Herreweghe, dirija Bruckner a una orquesta "moderna". Quiero decir que no creo que Celibidache no fuera culto.

La cosa es apasionante, pues en ella se mezclan el concepto y la práctica, la investigación -la búsqueda del patrimonio olvidado- y la interpretación, la crisis y uno de sus salvavidas, la protección gremial y la intelectual. Lo que hace falta ahora es ir concretando una propuesta que, hoy por hoy, no merece en su contenido sino el aplauso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de junio de 2005