La semana pasada unos amigos suramericanos llegaron a Barajas. El taxista que les llevó a su hotel en el centro de Madrid no puso el taxímetro. La explicación fue que cuando se sale del aeropuerto hay unas tarifas fijas; y, extendiendo la mano sacó de debajo del asiento una tabla de precios con el sello de la Comunidad de Madrid, donde ponía que ese trayecto tenía un coste fijo de 45 euros. ¿Hasta cuándo vamos a permitir estos abusos? Señores gobernantes, si ustedes no saben cómo acabar con estos bandoleros del taxi, yo sí. Les invito a que me llamen y me pregunten. Gracias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de junio de 2005