Hace 30 años los colmillos asesinos de un temible tiburón se asomaron a las pantallas de los cines estadounidenses y le dieron el mayor mordisco a las taquillas veraniegas jamás experimentado hasta entonces por un filme en esa época del año.
Los más de 100 millones que recaudó Tiburón, que lanzó la carrera del entonces veinteañero Steven Spielberg, se convirtieron en una señal para los productores estadounidenses, que descubrieron en las superproducciones veraniegas el filón con el que revitalizar las débiles taquillas de agosto. Por eso no es extraño que los estudios Universal hayan querido celebrar el 30º aniversario del estreno de este filme con tres días de fiesta y nostalgia en Martha's Vineyard (Massachusetts), la isla en la que se filmó este clásico del cine de terror y que también quiere capitalizar aquel éxito.
Miembros del equipo técnico y artístico como Robert Dreyfuss, el "experto en tiburones" de la película, extras de los que corrieron despavoridos por la playa y hasta el mismísimo Bruce, el tiburón artificial que protagonizaba el filme y que fue bautizado irónicamente por Spielberg con el nombre de su abogado, rememoran juntos este fin de semana aquella aventura en galas, concursos y proyecciones.
No obstante, el famoso director, quien recuerda haber sudado tinta para terminar un proyecto que atravesó por infinitas dificultades técnicas, no acudirá a la cita. Aún está ultimando los detalles de su próximo estreno, La guerra de los mundos, que promete convertirse en otro clásico de su filmografía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de junio de 2005