A sus 84 años, el escultor polaco Frans Krajcberg, nacionalizado en Brasil y que se honra de sentirse brasileño, tiene la originalidad de vivir en un árbol en Nova Viçosa, en el sur de Bahía. Y no es un artista cualquiera. Sus esculturas gigantes, realizadas con árboles quemados, han sido escogidas para ser expuestas en París, en el año dedicado a Brasil. Estarán en el precioso parque de Bagatelle, según deseo del alcalde de París, Bertrand Delanoe. El artista dice que sus obras son "un grito para denunciar al mundo que la Amazonia va a acabar destruida". Dice que si saliera por la calle gritando contra la destrucción de la selva amazónica, lo meterían en un manicomio. "Mis obras son mi única forma de mostrar la destrucción y decir: miren, ese pedazo de carbón un día fue un árbol precioso". Krajcberg es un artista que se enfada cuando siguen llamándole polaco: "Yo escogí ser brasileño y quiero ser considerado tal". Quizá quiera olvidar un pasado que le oprime: escapó de la Europa arrasada por la Segunda Guerra Mundial en 1948. Vio los cuerpos de sus compañeros judíos amontonados como basura en los campos de concentración. Toda su familia, los padres y cinco hermanos, fueron asesinados por los nazis. Ahora, para olvidar, vive en su casita construida dentro de un inmenso árbol. Escogió Brasil por la bondad de sus gentes y su frondosa naturaleza. Le duele sólo una cosa: que ante la destrucción de esa maravillosa naturaleza, los brasileños, empezando por el presidente Lula, "sean demasiado pacíficos" y no se rebelen más. Él ha decidido expresar su rabia con sus esculturas de denuncia. Y quiere morir en lo alto del árbol que escogió para respirar oxígeno puro.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de junio de 2005