Fausto Romitelli (Gorizia, 1963-Milán, 2004) se murió, como dicen que les sucede a los elegidos de los dioses, demasiado pronto. Música de Hoy ha traído a su ciclo una obra bien significativa de su quehacer: An index of metals, escrita hace un par de años y una suma de lenguajes y métodos, desde el utillaje más elemental al contenido más sublime. Entre el autor, el intérprete y el oyente se encargan en poco menos de una hora de construir una historia ensamblando la voz, tres pantallas de vídeo y el sonido de un conjunto instrumental que, a su vez, debe supeditarse al tiempo previsto, es decir, al tiempo real.
El resultado es cautivador. La música viene de lo oscuro y la imagen se impone, el ojo parece vencer al oído hasta que éste empieza a asociarse a lo que aquél contempla. Cuesta la sensación del todo indisoluble. Quizá porque somos espectadores viciados por la costumbre, que nos lleva a mirarle la cara al del trombón, perdiendo así la esencia de la obra, esas metamorfosis paralelas de la materia filmada para siempre y la música dicha para hoy. Pero esa música de enorme calidad se afianza, se cierra en sí misma, se expande a partir de su conciencia, pone en juego todos los sentidos.
An index of metals
De Romitelli. Ictus Ensemble. Donatienne Micgel-Dansac, voz. Georges-Elie Octors, director. Teatro de La Abadía, 7 de junio. Madrid.
Sin una interpretación como la del martes -modélica y entregada- seguramente todo esto sería más intuición que certeza. La sensación final es la de haber escuchado una de esas obras que justifican el esfuerzo por decidir qué es ser compositor. Muere el creador, pero la obra queda. ¿Puro tópico? Sí, claro, pero, cuando pasa, también pura verdad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de junio de 2005