Albergaba cierta esperanza de que, en esta legislatura, la mayoría socialista en el Congreso y la popular en el Senado arrojarían una cierta luz sobre la utilidad de esta Cámara y al mismo tiempo que propiciarían un mayor debate y una mayor necesidad de consenso a la hora de legislar. Nada de eso está ocurriendo. Como mucho, su única función está siendo la de retrasar la tramitación de las leyes votadas en el Congreso introduciendo enmiendas que los señores diputados, cuando las leyes les son devueltas, tienen en tanta consideración como las recomendaciones de un anuncio de televisión. En vista de que el Senado es inútil tanto en el caso en el que tenga el mismo grupo mayoritario que en el Congreso como si no, y que en este último caso los diputados, aparentemente, no comparten la idea de que el Senado también representa a la soberanía popular, creo que en las próximas elecciones no elegiré a ningún senador porque no quiero que mi voto pueda valer para recolocar a políticos en paro. Demasiado caro para el contribuyente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 24 de junio de 2005